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Un fantasma difícil de imaginar

Dicen que en las horas posteriores a la devastación del huracán Sandy Nueva York parecía una ciudad fantasma. El ritmo que los medios de comunicación imponen ha desvanecido ya ese espectro con las noticias sobre las elecciones presidenciales en EEUU que a su vez empiezan ya a perderse en el vertiginoso movimiento de la actualidad informativa. Europa está a un océano de distancia y por aquí a pocos interesa ya lo que ocurre en la costa opuesta, sin embargo, un vistazo a la página local del NY Times desvela que la situación está lejos de normalizarse. Las tormentas y heladas de los últimos días no ayudan a la recuperación.

En el midtown, una webcam en Times Square no parece mostrar nada anómalo, salvo quizá una disminución en la ingente cantidad de transeúntes que suele abarrotar la plaza. Las imágenes de otra webcam en la Quinta Avenida (a un par de manzanas de la catedral de St. Patrick) son similares. Para los que conocemos la ciudad como turistas, estas son las primeras imágenes que nos vienen a la cabeza y resulta difícil imaginar un día sin una cola inmensa para comprar entradas con descuento para los musicales de Broadway en Tkts o no poder comprar un café en un Starbucks. Pero Nueva York es una ciudad enorme en la que no todos viven en un lujoso edificio de apartamentos en Park Avenue.

Este mapa ofrece algunas fotografías de los lectores del periódico en las que se pueden ver los efectos de Sandy. Aunque estas fotos aéreas de las costas de Nueva Jersey (el estado vecino por el sur) son aún más sobrecogedoras. En algunas zonas de Queens siguen sin electricidad y sin calefacción con nevadas y temperaturas que rozan los valores bajo cero. El alcalde Bloomberg ha impuesto un racionamiento en la gasolina de modo que los vehículos sólo podrán repostar los días pares o impares según la terminación de su matrícula…

No quiero magnificar la tragedia, hay zonas del globo (muchas) que viven permanentemente en estado de catástrofe y casi nadie se acuerda de ellas. Sólo quería protestar un poco sobre la frecuencia con que nuestro interés por las desgracias ajenas (las lejanas y también las cercanas) es efímero y reflexionar brevísimamente sobre cómo los medios manipulan dictándonos aquello que es «interesante» y cuándo deja de serlo.